Nací en Eivissa por casualidad un domingo de 1977, a la misma hora en la que borboteaba al fuego un pollo en pepitoria que, previsora, había preparado mi abuela. Llevo mi condición de charnega como estandarte y siento a mi isla en mis dos ventrículos.

“Para leer El Quijote hay que empezar por El Coyote”, dijo mi padre. Así que me llenaron las manos de cuentos y tebeos desde que tuve edad para sostenerlos. Aprendí a leer cantando las cartillas Rubio al que por entonces era mi hermano, un San Bernardo enorme y precioso llamado Tom, que soportaba con estoicismo y una lánguida mirada mis mi-mamá-me-mima.

Mi carrera literaria comenzó el día en que me regalaron un flexo amarillo con portalápices a juego con mi vistosa estantería. Venía de serie con unos plastidecores que me sirvieron para dar color a mi debú en las letras: una versión de Los Tres Cerditos. Y desde entonces sigo en mi lucha por lo mismo, por cambiar todo aquello que no me gusta, y a veces tengo demasiado trabajo.

De mayor trabajé en un periódico y me encontré muy a gusto siendo mercenaria de la tinta. Actualmente vivo en Barcelona y he trabajado en una editorial infantil a través de la cual intenté que todos los niños sientan lo que yo sentí al abrir mi primer libro: existen demasiados mundos para no mirar más allá.

Seguro que muchas cosas cambiarán de aquí a mi próximo cuarto de siglo, pero una ha permanecido: vivo para leer y escribo porque respiro.

 

Rebecca Beltrán Jiménez, rebecca@lasmusas.com